El legado que dejó España

martes, 28 de julio de 2009


Esclavitud, miserias, y una religión mixta que hoy nadie entiende

Hace poco, en un colegio de bachillerato de la ciudad, se discutía sobre los beneficios que produjo la colonización española en América. Según algunos profesores, el más importante había sido la religión…Pero… ¿De cuál religión se trata?

La historia cuenta que los aborígenes americanos conocían a Dios y lo respetaban. Este culto, tiene características universales, y los cuidados que propagaban en la veneración de la Diosa Madre, eran los mismos que los judíos en La Biblia le rendían a la “Reina del Cielo”, como lo afirma Jeremías; que los sumerios y los babilonios entregaban a Anat y los griegos a Deméter, sobre todo cuando se celebraban las “iniciaciones en Eleusis que son secretas”, según dice Herodoto en los 9 Libros de la Historia.
¿Quién era la Diosa Madre? Todas estas culturas creían que Dios - o para decirlo mejor, un Dios mayor, Zeus y Júpiter para romanos y griegos, Baal para los sumerios y los babilonios, Osiris para los egipcios, etc.…- había creado un divinidad llena de sabiduría, que se encargaba de la fertilidad de la tierra y de tratar de proporcionar bienestar a los mortales. La madre de las diosas, la Diosa Madre.
En todas las culturas citadas, era representada de la misma manera: una mujer embarazada, en posición de rodillas y a punto de parir. La rodeaban los cuerpos celestes principales, el sol, la luna y las estrellas, cuyos siclos astronómicos según los aborígenes americanos, para entender los diferentes momentos de la Tierra, y sobre todo, cuando era instante apropiado para la siembra.
¿Cómo tuvieron los nativos del Nuevo Mundo acceso a este tipo de conocimientos provenientes de los países de Asia y Africa, y que también existían en el centro de Europa? Es un real misterio, pero lo cierto de todo, es que las historias son tan parecidas, que asombran hasta más no poder.
La Iglesia Católica –que fue la que trajeron los españoles- también menciona a esta Diosa Madre en el Apocalipsis. Una mujer vestida con los colores del sol y de la luna, a punto de dar a luz, es perseguida por serpiente o dragón que trata de devorar a su prole.
La aparición de la Virgen de Guadalupe sí plantea el verdadero misterio: ¿A quién representaba? Según dice la tradición, Juan Diego le dijo a Fray Juan de Zumárraga que la imagen en la tilma –especie de manta aborigen – la había entregado “Coatlatlopetl”, que traducido del nauhatl quiere decir más o menos “diosa de la vida y de las rosas”.
Fray de Zumárraga, o no entendió, o no quiso entender. Y ante la imposibilidad de los españoles de pronunciar la combinación de letras, TL, decidió llamarla Guadalupe. Se requería, pues, no mencionar a la Diosa Madre.
Richard Kunh, alemán ganador del Premio Nobel de Química, señala –tras analizar la tilma- en la versión de JJ Benítez que “si bien hay algunas cosas añadidas por la mano del hombre, no existen elementos químicos en la tierra capaces de producir tal tipo de colorantes”.
Esto no deja dudas acerca de la condición sobrenatural de la aparición Pero queda el interrogante: ¿Por qué manos humanas tenían que alterar la imagen original? Según el libro de JJ Benítez, fue un deseo de los sacerdotes españoles, de que el retrato presentara rasgos muy similares a la Virgen María, que fue pintada por primera vez teniendo como modelo a las emperatrices romanas de la época de Constantino El Grande.
Siguiendo el relato del escritor español a la imagen le fueron “alargadas las manos y la barbilla, para que se pareciera a María, y quitarle el carácter de aborigen que tenía en principio”. Así, les disfrazaron la verdad a los nativos americanos.

Pero trajeron el misterio de La Encarnación de Cristo…

Eso es cierto. Pero no trajeron al Cristo altivo y vencedor que derrotó a la muerte en su condición humana y divina al tiempo, sino a un Redentor que estaba al servicio de los españoles.
Que las enseñanzas verdaderas de Cristo no fueron reveladas a los aborígenes, lo demuestran Las Sagradas Escrituras.
“Los jefes de las naciones, las tiranizan y los grandes las oprimen con su poder. Entre vosotros no debe ser así. Si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”, afirma Mateo en 25, 25 y 28. ¿Sabían eso los conquistadores ibéricos que llegaron aquí? Ellos llegaron, esclavizaron y despojaron contraviniendo las disposiciones del Redentor-
Pero hay más. “Ya no hay judío, ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, pues todos vosotros, sois uno en Cristo Jesús”. Esto escribía San Pablo (3:28) en su epístola a los Gálatas. Si los colonizadores sabían esto, lo disimularon muy bien, porque su paso por América, resultó, según cuenta la historia, una verdadera calamidad. Personas libres, que vivían en una comunidad pacífica y próspera, se vieron, de improviso, convertidas en parias.
Los nativos americanos, tenían dos de los pilares de la Santísima Trinidad; El Padre y el Espíritu Santo o Sabiduría Divina. Es a través de su infinita sabiduría que Dios hace que su hijo encarne y venga a la tierra. El sublime misterio de la Redención. El simbolismo de la Diosa Madre, entregando su fruto para la salvación del género humano.
“Si confesareis en boca que Jesús es el Señor y creyereis en vuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo”, dice Pablo en Romanos 10.9 y ésa debió ser la enseñanza para los raizales. Pero no. La doctrina sólo sirvió para afianzar la dominación del ufano y prepotente conquistador.
Se llevaron el oro, el platino, las esmeraldas, la riqueza de los caciques. Una religión de respeto por el prójimo y las leyes de la naturaleza. Todo. “Sólo nos dejaron las palabras”, es el canto lúgubre de Pablo Neruda.


Este relato se hace por pedido de José Daniel Sanchez Machacon, estudiante de la Escuela Normal La Hacienda.



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Valentina Gamarra Bolaño, inspiró al joven poeta barranquillero, Alfredo Villarreal, quien nos envió una nueva producción poética.


FLOR DE PRIMAVERA

Singular y salvaje es Valentina.
Cuando nació, llenó de alegría el corazón de muchos,
Era dulce como el néctar de las flores en primavera.
Pero ahora es indomable como un potro que no tiene barreras,
que sueña con la libertad,
con ser la compañera fiel del viento
que va por doquiera, altiva y altanera
así es Valentina, mi flor de primavera.