La Última Batalla de Papillo

martes, 27 de julio de 2010

 

Comunicado N° 20 de la Representación Profesoral al Consejo Superior de la Universidad del Atlántico

 José Gabriel Coley.gabriel mokus

Decía el poeta y escritor divino, Vargas Vila, que ninguna tumba debe ser cerrada sin que antes una palabra fuera dicha; esta no puede ser la excepción, aunque incumpla la promesa que me hice a mi mismo de no hacer más una nota necrológica, después de la que le escribí a mi madre en 1995.

José Ulises Bolaños de la Hoz, había llegado a los 55 años de edad el 1° de mayo de 2008, cuando al día siguiente, como lo hubo confesado públicamente en asambleas reuniones y claustros docentes, le llegó una carta en donde le señalaba la señora rectora de la Universidad del Atlántico, encargada hace más de 4 años, Ana de Cuervo, que ya cumplía con los requisitos de ley para que se retirara con su pensión de vejez.

Muchos profesores, y mucho más viejos, también reunían esa Condición pero había que aplicársela primero que todo a él, porque era miembro del Consejo Superior y le estaba haciendo oposición a su mandato arbitrario. Una democracia que no acepta oposición con razón, sino que quiere solo unanimismo, es una dictadura.

El estrés, la preocupación por su familia y el estado de inseguridad laboral, lograron hacer mella en su ser sensible de humanista, hombre de paz y poeta de provincia.

No obstante, antes de terminar Bolaños su período en el Consejo Superior, buscó la manera de protegerse, postulándose nuevamente para una reelección, a la cual las urnas dieron un si contundente.

Tuve la feliz oportunidad de ser su formula electoral en ese debate victorioso, pero él únicamente pudo actuar poco tiempo; sin embargo, alcanzamos a firmar juntos muchos comunicados a nombre de la representación profesoral al Consejo Superior, ya que entre nosotros nunca hubo la formalidad de principal y suplente.

Actuábamos como uno solo. Pero a pesar de eso, fue él quien radicó en el Consejo un proyecto de acuerdo que me tocó defender a mi (pues hizo crisis su enfermedad), para que la jubilación a dedo por lo menos no se metiera con aquellos que habíamos sido elegidos democráticamente para representar a los docentes en los distintos organismos de poder del Alma Mater.

Si la Universidad en esencia es democracia, era lo mínimo que se podía pedir para respetar la decisión del constituyente primario. No obstante, a pesar de las razones jurídicas, lógicas, filosóficas, políticas, históricas y hasta de súplica que argumenté, fui derrotado. Voté solo contra todos porque la administración había hecho aprobar la salida del Consejo Superior al representante de los estudiantes porque tenía el período vencido pero sin que tuviera aun ningún remplazo. Vaya exabrupto.

Solo me quedó el recurso de la constancia como aparece en las actas, y dejé sentado explícitamente la equivocación de los consejeros que pasaron por encima de la razón a instancias de la señora rectora. Igualmente expresé (porque a mi también me llegó la carta desgraciada de la señora Ana de Cuervo), que buscaríamos todos los recursos, apelaciones y argumentos de ley para que no se nos pensionara así porque si, ya que en nuestro caso lo legislado al respecto nos permite trabajar hasta los 75 años, si así lo deseamos.

A José Ulises Bolaños de la Hoz lo conocí a través de mi entrañable amigo Fulvio (Q.E.P.D.), su hermano mayor, pero ya era un luchador. Estudiaba Ciencias Sociales y yo hacia mis pininos como catedrático de la Universidad. Siempre le dije “Papillo” como me enseñó Fulvio. Después estudió derecho, se hizo periodista, profesor universitario y político liberal, llegando a pertenecer al directorio departamental de esa colectividad al lado de sus amigos Eduardo Verano, Antonio Vallejo, y Alvaro Asthon, entre otros, y nunca se escurrió a ninguno de los recién aparecidos partidos uribistas que se proclamaban también “liberales”. Su línea era la social democracia.

Por eso como social demócratas, tanto él como yo, apoyamos al doctor Verano a la Gobernación y en nuestro medio lo llevamos a la cooperativa de profesores y luego al claustro universitario para que sus ideas se tradujeran en votos cualificados. Lo mismo hicimos con la campaña del voto Caribe que lideró el Doctor Verano y, a pesar de su enfermedad, desde Bogotá tuvo en “Papillo” a su más digno representante y multiplicador.

Desde allá, en el frio altiplano que lo vio batallar contra la muerte, siempre nos comunicábamos. Nunca tomé como personal la representación porque a los dos nos pertenecía. El aprobaba, improbaba o corregía cuando tuve que seguir firmando yo solo los comunicados.

Papillo fue un valiente. Eso lo tuve siempre bien claro, sobre todo cuando lo visité hace poco en Bogotá, disminuido físicamente pero firme, decidido y optimista, no solo con su vida sino con la Universidad y su próximo futuro, aun habiendo salido de 3 operaciones y un sin número de terapias tan agresivas como su misma enfermedad.

Pero ten bien seguro, “Papillo”, que tus amigos no te vamos a defraudar y bien pronto las ideas democráticas van a sonreír en el seno del Alma Mater del Caribe Colombiano.

Leída en Santo Tomás, Atlántico, Julio 18 de 2010