¿ESTA ES LA GUERRA QUE QUIEREN?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los horrores de la guerra de la Triple Alianza parecen  estar hoy olvidados o  ser desconocidos en América Latina.

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“Danzas de guerra y paz de un pueblo que no ha roto sus cadenas”: América, tema musical interpretado por Nino Bravo.

Las últimas declaraciones del presidente venezolano, Hugo Chávez, la carrera armamentista que de manera acelerada han emprendido Brasil, Ecuador y Bolivia, y la ayuda militar solicitada por el presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez a los Estados Unidos, han convulsionado de tal forma a América del Sur, que muchos especialistas ya dan por hecho una confrontación bélica entre estas naciones.

Por lo pronto, el mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, ya ha dicho a través de la televisión estatal, que su ejército y su pueblo “tienen que estar preparados para la guerra”. Los brasileños, bolivianos y ecuatorianos se mantienen en silencio, pero su excesivas compras de armamento hablan por sí solas de sus intenciones.Mientras tanto, Álvaro Uribe Vélez en Colombia, nada dice, pero continúa firme en su decisión de permitir que en Colombia se instalen bases militares norteamericanas, lo que ha sido la base de la –hasta ahora- confrontación política.

Nadie parece recordar, sin embargo, los horrores de la última guerra real  -exceptuando el caso Malvinas que todos conocen—que tuvo lugar en América, y le costó a Paraguay las tres cuartas partes de su población.

La barbarie de la guerra

Los europeos, quienes padecieron en su propia tierra el flagelo de dos guerras mundiales durante el siglo XX, tiemblan ante el sólo anuncio de una confrontación armada. Los anuncios de una lucha armada, los hacen recordar de manera inmediata los campos de concentración, la destrucción sistemática de las grandes ciudades, las humillaciones a que fueron sometidos los vencidos, al hambre, al terror que causaban las sirenas que anunciaban los bombardeos, a la prostitución infantil a que obligó el hambre, son sucesos que –trasmitidos de generación en generación desde 1844- nadie quiere volver a vivir.

Sudamérica tocó el fondo de sucesos tan espantosos como ésos entre 1860 y 1864 –durante la Guerra de la Triple Alianza- pero los gobernantes de hoy se empeñan en no recordarlos.

En 1860 se desató una terrible guerra: por un lado los paraguayos, quienes buscaban una salida al mar, y Argentina, Brasil y Uruguay que –apoyados por Inglaterra- habían decidido, según los historiadores, luchar hasta destruir a sus rivales.

Batalla tras batalla, los poderosos aliados fueron abatiendo a las tropas paraguayas, hasta destrozarlas por completo, lo mismo que su capital Asunción, que fue arrasada saqueada e incendiada.

Fue tal la sevicia de los vencedores que, según señala la mayoría de los historiadores “la sangre de los paraguayos corría desbordada por las calles, como si se tratara de agua de lluvia”.

El presidente de Paraguay, Francisco Solano López pereció en batalla. Recibió un lanzazo en el bajo viente, un sablazo en la frente y un tiro en el corazón. Cayó gritando “Muero por la Patria”, pretendiendo tragarse la bandera paraguaya, para que el estandarte no cayera en manos enemigas.

En 1863  se dio la sangrienta confrontación de Acosta Ñu. En ella, un puñado de soldados del Paraguay se enfrentó a los aliados,  cayendo derrotados tras unas pocas horas de combate. Estos “soldados”, eran sólo niños, quienes armados con hondas, piedras y palos, le hicieron frente al poderoso ejèrcito invasor. Fue la más horrible carnicería de que se tenga noticias en América del Sur.

Lo peor ocurrió en el Hospital Piribebuy: Los coaligados, cerraron el edificio con cadenas y luego lo incendiaron. En el interior, entre heridos y personal médico y de enfermeras, se encontraban 600 personas. Murieron quemadas, sin posiblidades de auxilio externo o de abandonar el sitio.

La lucha dejó un saldo terrible: la población de Paraguay antes de la confrontación, era de 1.525.000 habitantes. Al tèrmino de la guerra era  de sólo 221.000, de los cuales sólo… ¡28.000 eran hombres!

Hoy, estos países del sur del continente, todavía no han superado las barreras del analfabetismo, la desnutrición, la falta de asistencia social, las deficiencias en los servicios de salud, de la falta de agua potable y el hambre. Pero el armamentismo y las amenazas continúan. Las cadenas no han sido rotas, como dice Nino Bravoi en su canción