¿Independencia? Sí pero…

jueves, 6 de agosto de 2009

La corrupción apareció acto seguido y convirtió a Colombia, liberada el 7 de agosto, en una esclava de otros países europeos. Inglaterra hizo préstamos a largo plazo, que fueron a parar al bolsillo de quienes los gestionaron. Los ingresos de la Nación quedaban en manos de los británicos

La hermosa gesta del 7 de agosto de 1819, calificada como la más brillante batalla de la emancipación, le dio Colombia la libertad. Atrás, quedaban la ignominiosa dominación española, la esclavitud y la expoliación extranjera. Ahora el país podría manejar sus recursos propios, y convertirse en una nación próspera. Pero…
La empresa emancipadora había sido costosa y las arcas nacionales estaban exhaustas. Por eso, era necesario recurrir a países ricos –en este caso Inglaterra y Francia- para que prestaran dinero y poder así superar la crisis económica que asfixiaba a Colombia.
El libro del historiador Julio Hoenisberg, “Santander ante la historia”, revela en su Tomo II, lo confuso de la situación. Tras el Congreso de Angostura en 1819, Bolívar fue elegido presidente y a Santander, le correspondió la vicepresidencia.
Pero Bolívar debía encargarse de continuar liberando el territorio de los rezagos españoles que aún subsistían y por eso, abandonó el cargo dejando en la presidencia a Santander y nombrando en calidad de vicepresidente a Francisco Antonio Zea, a quien confirió poderes omnímodos para gestionar algunos empréstitos en Europa.
“El Libertador -señala el escritor Hoenisberg- en su condición de Presidente de Colombia y sólo por serlo podía hacerlo, era quien podía extender poderes como lo hizo a Zea, para que gestionara empréstitos en nombre de la república naciente”.
Por orden de Bolívar pues, partió Zea hacia Londres con poderes plenipotenciarios. El objetivo era conseguir un préstamo para pagar una deuda existente con los comerciantes británicos que habían facilitado el dinero para la guerra de independencia, y traer el resto del dinero para Colombia. Las cosas, sin embargo, se dieron de otra manera.
Zea era un hombre –según la Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional- “despilfarrador, nada suspicaz y con una generosidad extremada y ruinosa para los intereses del país”.

Pero tenía poderes plenipotenciarios otorgados por Bolívar y por ello, negoció la deuda en los términos siguientes: La deuda existente era de 140.000 libras más los intereses. Por ello, se entregaban a Zea otras 140.000 libras en obligaciones, que éste debería vender al 65.5%; con el producido de 91.712 libras, había que pagar los intereses iníciales, quedando ahora la deuda en 280.000 libras, más la tasa de interés ocasionada por este segundo préstamo”.

Todo no paró ahí. Zea, valido de los poderes otorgados por El Libertador, gestionó un tercer empréstito, ahora por dos millones de libras esterlinas, con la firma de Jean Baptiste D’Esmenard y W .C. Powles. Pero también, solicitó para sí mismo, so pretexto de un viaje a España, 20.000 libras esterlinas que –según la indicada Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional- tendrían que ser pagadas por el gobierno colombiano.

“Por esas 20.000 libras, el gobierno colombiano pagó 66.666 libras, les decir que por 100.000 pesos, fueron cobrados 333.330”, afirma la publicación.
Esto sucedía en 1820 y en septiembre del año siguiente, se señala que “con todo esto se duplicaba la deuda anterior, pero a Colombia, no se había enviado un solo peso fuerte”.
“Los gastos de Zea eran considerables, pues se daba en Londres y luego en París, el tono de un distinguido diplomático y vivía de manera correspondiente. Eran los únicos gastos que tenía el gobierno de Colombia”, se indica en el libro, entre cuyos autores está José Manuel Restrepo.
Todo ese boato subvencionado por la incipiente nación, tenía un costo: Colombia, libre de la opresión española, ahora era esclava de la corona británica.
“Para garantizar el pago del empréstito, Colombia entregaba los derechos de exportaciones e importaciones, las rentas de las minas de oro, plata y las salinas, lo mismo que el producido por la venta del tabaco”, es la narración que se hace en el resumen histórico de la obra.
Nunca se supo qué ocurrió con el dinero que debió llegar al país. Quienes tramitaron ese empréstito, Zea y “otros, recibieron en total 800.000 libras, pero el país tenía que pagar dos millones”, según se expresaron los historiadores.

Una breve pero popular anécdota sobre el préstamo

Tratando de hacer de nuevo las paces con Bolívar, de quien ya estaba bastante distanciado, Santander invitó al Libertador a una partida de tresillo, (Conocido juego de naipes) en la Hacienda Boitá.
A pesar de que como señalan en sus libros Julio Hoenisberg y Pilar Moreno de Ángel, Bolívar le otorgó a Francisco Antonio Zea los poderes omnímodos para realizar las transacciones en Europa, se rumoraba que fue Santander quien usufructuó del dinero recibido en Colombia.

En algún momento de la partida, Bolívar tuvo una racha ganadora y ganó algún dinero que, por supuesto, perdía Santander en la apuesta.
“Por fin estoy recibiendo algo de dinero del empréstito”, dijo El Libertador, refiriéndose a las versiones que acusaban a Santander de haberse apropiado de los dineros provenientes de la negociación.
Santander no contestó, pero las profundas diferencias existentes entre ambos personajes, se ahondaron. Al final, todo el sueño de Bolívar en torno a la Gran Colombia, iba a desmoronarse.
Hoy, en al año 2009, las noticias de negociados, peculados y préstamos ficticios y golpes al erario, siguen siendo las más importantes del día.

“El protagonista humano será siempre el mismo, juguete de la vida de la eterna batalla entre el bien y el mal” : Séneca