Personajes eternos (II)

martes, 11 de agosto de 2009

En esta segunda entrega de personajes eternos, presentamos hoy el perfil de Juan Eugenio Cañavera, gran figura de la radio, la prensa escrita, la poesía, el teatro y la incipiente televisión de los años 50. Fue una figura de talla internación al y le mostró a toda América, que Barranquilla tenía para exhibir excelsas figuras del periodismo. El domingo 19 de agosto, se cumplieron 8 años de su fallecimiento.


Juan Eugenio Cañavera nació para triunfar y lo demostró desde muy joven. Con una indoblegable vocación por la lectura, muy pronto se convirtió en una insignia del prestigioso Colegio Barranquilla, para ese entonces, uno de los mejores planteles educativos de la Costa Atlántica.
A los 14 años, estructuró su primer poema , en el que el desborde imaginativo, superó todos los límites existentes; esta producción literaria inicial, hablaba de las noches en los arrabales, algo a lo que un niño de la época, no podía tener acceso.
Se identificó siempre con el Romanticismo alemán, que en el Siglo XIX se enfrentó a la Ilustración y luego se extendió por toda Europa con Johan Wolfgang von Goethe, Espronceda y Gustavo Adolfo Bécquer en España, y que más tarde cultivaría en América Latina, Andrés Bello.
Siempre pensó que el yo creador, tenía más importancia que el razonamiento puro. Por tal motivo, cuando ya había demostrado ser la más grande figura de la radio barranquillera de finales del 40, decidió que era el momento de abandonarlo todo, en busca de una nueva idea. Como Don Quijote en Rocinante, partió para Bogotá, con la maleta cargada de versos y con la absoluta convicción de que en la fría capital, su talento terminaría por imponerse.
Y así fue. Lejos quedaban las alegres noches de bohemia de su Barranquilla, el prestigio ganado, los amigos de siempre y las mujeres, que nunca faltaron en su vida. Ahora, su espíritu romántico y aventurero, lo llevaba a una cruzada considerada imposible: un costeño conquistando a la gélida Bogotá.
Pero, como le ocurriría a lo largo de su vida., la emoción triunfaría sobre la razón. Lo que todos creyeron una quimera, un sueño inalcanzable, se materializó en el centro del país: Juan Eugenio Cañavera, creó –valiéndose de un radio que sintonizaba las ondas corta y larga- el primer noticiero nacional de Colombia, en compañía de Fernando Riaño, en la emisora Nueva Granada, la más afamada del territorio colombiano.
Eso sucedía en la década de los 40. pero Cañavera no se sentí a contento. Quería más. Su excelente tesitura de voz de barítono y su capacidad para el teatro, lo llevaron a ser galán de novelas radiales, cuya importancia para el país de esas calendas, no puede imaginarse alguien menor de 40 años.
Ese era el entretenimiento máximo del ingenuo país de aquellos años. Donde quiera que hubiera un radio –y no eran muchos por cierto- se congregaban decenas de personas para escuchar las peripecias de Albertico Limonta en la famosa creación de Félix B. Caignet, El Derecho de Nacer, qué conmocionó a América hasta sus cimientos; la peligrosa vida de “ Alejandro Aldana , El Gallardo Aventurero”; los espantosos episodios vividos por Margarita Ferrando en la inmortal “Sepultada en Vida”, de Alejandro Dumas hijo, y muchas otras obras que se teatralizaron en la incipiente radio de aquellos años.

Pero el quijotesco espíritu de Cañavera no se estaba quieto. Tras su esplendoroso triunfo en el radioteatro, decidió que era otra vez el momento de ser solista. Unos empresarios taurinos habían adquirido tres emisoras: La Voz de Antioquia, La Voz de Medellín y la Nueva Granada de Bogotá, con lo que nació la primera cadena radial del país, RCN.
Allá fue a dar Cañavera, con su romanticismo juvenil y su alma de trashumante, tras otros nuevos Molinos de Viento: transmisiones taurinas, hípicas y programas culturales, sirvieron para exaltar aún más la privilegiada voz del locutor barranquillero, que volvía a hacer triunfar sus emociones sobre la razón. El mismo romántico de siempre.

Luego de un periplo por Cuba y Méjico, y de nuevo Bogotá, Cañavera se alejó del “mundanal ruído" , de que habló Fray Luis de león en su Oda a la Vida Retirada, y permaneció en las sombras por un largo tiempo.
Pero Barranquilla no olvidaba a si ícono. A través de Emisora Atlántico en el Programa Satélite, que dirige Abel González Chávez, se le empezó a mencionar de manera constante, emplazándolo para que impartiera las enseñanzas que había obtenido en su resplandeciente paso por el mundo del espectáculo. Dos veces resistió el llamado, pero la tercera vez…”Ya fue demasiado. No me pude aguantar y por eso vine a visitarlos”, dijo con su bien timbrada voz, de acanto afable y muy barranquillero.
La ciudad, tuvo el placer de disfrutarlo por unos cuantos miércoles en el programa radial, en donde por primera vez, habló de publicar su poesía.
De nuevo a la cima. La televisión, la radio, las agremiaciones periodísticas y los propios empresarios, le rindieron el tributo que merecía por su grandeza. Sus poemas, revelaban una enorme espiritualidad, sin asomo siquiera de la nostalgia de la fama que embarga casi siempre a los personajes importantes en el momento del retiro. No. En su producción literaria, no se vio el deseo de retornar a las épocas de gloria. Sólo paz, tranquilidad y sobre todo, una casi mística adoración hacia la naturaleza y sus paisajes.
En su poesía sí, es cierto, hay nostalgia. Pero no la de la fama y la gloria. Sólo la de la paz de la naturaleza , como en en este fragmento de Acuarela de un Atardecer en Acapulco:

Tristeza de los adioses en los puertos
Cuan do se sueltan las amarras
Y al barco que zarpa
Desdibuja poco a poco la distancia
.

Juan Eugenio Cañavera, partió de manera definitiva el 10 de agosto del 2002. Parece que sólo salió de su voluntario retiro, para recibir los emocionados de reconocimiento que le brindó la ciudad y para regalarle a la posteridad el par de gemas tituladas En El Umbral de los Sueños y Poemas a Duras Penas, que compendian parte de su magnífico talento artístico, un regalo de su protectora, la musa Clío. En fecha próxima, se entregarán algunas de sus muestras poéticas.

A Martica Cañavera, la más grande admiradora de su tío Juan Eugenio.