Las explicaciones se entregan por los accidentes aéreos pero…

martes, 9 de junio de 2009


Desde la leyenda del frustrado vuelo de Icaro, la humanidad siempre se ha estremecido hasta sus cimientos cada vez que ocurre una catástrofe aérea. Tal acaba de suceder con la espantosa tragedia del A330 de la Air France, que partió desde Río de Janeiro hacia París , pero cuya señal se perdió de los radares, unas horas después del despegue.
El avión despegó a las 19 horas locales del día 7 de la capital brasileña, y a partir de la 1;30 del lunes –también hora de Río- no pudo ser captado otra vez por los radares. La nave llevaba 216 pasajeros y 12 tripulantes de quienes se presume, murieron en el siniestro.
El experimentado controlador aéreo barranquillero, Jaime Ortega Gómez -quien laboró por más de treinta años cumpliendo tal función en la Aeronáutica Civil- tiene una versión particular del suceso.
En diálogo con el blog PEPE COMENTA, Ortega dijo que sólo hay dos razones para que un avión desaparezca de la pantalla de los radares, de la forma tan abrupta como pasó: una, que la aeronave haya sido secuestrada y la otra, que haya sufrido un sabotaje.
Al descartarse el secuestro, la hipótesis del sabotaje se agigante, adquiriendo dimensiones insospechadas. Incluso en algunos medios de comunicación se ha llegado a señalar que la Air France ya había sido objeto de una amenaza, de la que sería objeto un A330, cuyos vuelos comerciales jamás habían tenido problemas.
Pero desde el fatídico vuelo de Icaro, que narró el escritor romano Ovidio (43 A.C a 17 D.C) en su obra La Metamorfosis, el mundo ha sido abrumado con tantas explicaciones sobre las probables causas, siniestros. Las razones que se entregan desde las empresas aéreas, terminan dejando insatisfechos a todos.
Juan Carlos Buggy sostiene en Emisora Atlántico la tesis de que el avión es el transporte más seguro entre los existentes y para soportarlo recurre a las estadísticas de accidentalidad de las aeronaves.
“La probabilidad de que un vuelo caiga es apenas de uno en medio millón de casos. Los sistemas de control de hoy en día son casi infalibles”, dijo. Y esa estadística es válida a toda prueba. Tal vez por eso, cada accidente causa un impacto brutal en la humanidad que, aterrada desde cuando el hombre quiso volar imitando a las aves, se sobrecoge ante estos hechos.
Pero…¿Cuál fue el vuelo de Icaro y por qué terminó en tragedia?
EL CASTIGO DE DEDALO Y SU HIJO
Según Ovidio, Dédalo era no sólo un gran arquitecto sino que acumulaba una enorme causa de conocimientos de ingeniería, medicina, poesía y otros, con los cuales lo había favorecido la diosa Palas Atenea, la Minerva de los romanos,.
Pero Dédalo, celoso porque estaba siendo superado por su sobrino Talo –otro protegido de la diosa- determinó asesinarlo . Para ello, lo invitó a un paseo por una colina bastante escarpada y en un descuido de Talo, lo hizo caer desde lo alto.
Palas Atenea no lo dejó perecer- Le dotó de alas, que lograron evitar la horrible caída, y decidió castigar a Dédalo por su pecado,
Para ello, lo hizo caer –en compañía de su hijo Icaro- en manos de Minos, rey de Creta quien a su vez, por castigo de los dioses, tenía un hijo monstruoso llamado el Minotauro –mezcla de toro y hombre- que se alimentaba con la carne de las vírgenes.
Minos le ordenó a Dédalo construir un laberinto donde el engendro estuviera seguro, para que no lo mataran los cretenses. La construcción de Dédalo fue tan intrincada y perfecta que, quienes entraban al laberinto, jamás podían salir de él. Dédalo juró mantener en secreto todo lo relacionado con el laberinto, pero cometió un error mortal: se lo contó a Ariadna, hija de Minos quien a su vez se lo reveló a su amante Teseo. Y éste, valiéndose de un hilo que le permitiría salir de esa construcción, mató al Minotauro, huyendo después sano y salvo.
La rabia de Minos no tuvo límites y para castigar al traidor Dédalo, lo confinó junto con su hijo Icaro en el laberinto que había servido de guarida del monstruo, para matarlos de hambre.
Pero Dédalo, halló unas plumas de ave –no se sabe cómo- y suficiente cera para diseñar dos pares de alas que les permitirían, a él y a su vástago, escapar del laberinto.
Al momento de emprender el vuelo, Dédalo le advirtió a Icaro sobre los peligros de volar demasiado alto o muy cerca del suelo, lo mismo que elde exponerse demasiado tiempo a los rayos solares.
Icaro, joven e inexperto –y por lo tanto imprudente- desoyó los consejos; se expuso al sol, se derritieron sus alas y cayó desde la altura, muriendo de maera atroz e inmediata.
Pero el hombre, siempre quería elevarse a los cielos. Y por tanto, los accidentes siguieron ocurriendo, en las mismas condiciones que lo sucedido con el A330 de la Air France. Y entre las explicaciones que se dan, siempre aparecen los sabotajes – O las fallas humanas que bien pueden ser provocadas.
LA ESPANTOSA TRAGEDIA DEL HINDENBURG
Los hermanos Montgolfier crearon, mediante la utilización del aire caliente y unas telas impermeables, el globo, que le permitiría al hombre una ascensión casi segura hasta el firmamento.
Este aparato probó ser de una gran eficacia en las guerras, Los franceses afrontaban dos conflictos vílicos durante la Revolución de 1789: el interno, entre los partidarios del rey y la burguesía, y uno externo, frente a la coalición compuesta por Prusia, Austria y varios ducados alemanes, además de la ayuda española que pretendía restaurar la monarquía y volver a colocar en el trono a Luis XVI.
En la batalla de Fleurus, los franceses hicieron valer su superioridad tecnológica. El comandante del ejército, Jean-Baptiste, conde de Jourdain hizo fijar a tierra mediante cuerdas un globo, cuyos tripulantes se encargaban de enviar hacia abajo señales en las que revelaban los movimientos del ejército contrario.
Jourdain aprovechó la ventaja de saber qué planeaban sus adversarios y concer sus posiciones, para obtener una victoria definitiva sobre la coalición internacional. Este éxito ha considerado una los más brillantes en la historia bélica del mundo y lo aprovecharon los francés para consolidar sus posiciones y ganar la lucha.
El globo dio paso al Zeppelin o dirigible que, mediante el mismo principio físico químico de la densidad más baja que el aire que poseen algunos gases, logró el transpote de pasajeros desde antes de la primera Guerra Mundial.
Varios dirigibles habían ya cubierto la distancia trasatlántica pero el Hindenburg, sobrepasó todo lo anterior, convirtiéndose en la maravilla de su tiempo.
Este dirigible era tres veces más largo que un Boeing 747 y estaba hecho en algodón, recubierto por una mezcla de óxido de hierro, y acetato de celulosa, todo ello mezclado con polvos de aluminio, la mezcla conocida como duraluminio, lo más resistente y liviano que se conocía en ese entonces.
Medía 245 metros de largo y 41 de ancho, y tenía una capacidad para 200.000 metros cúbicos de gas todo ello soportado por 4 motores diesel elaborados por la firma Daimler –Mercedes y desarrollaba 135 kilómetros por hora.
Este monstruo podía albergar en su interior 50 pasajeros y 51 tripulantes quienes ya no viajarían en góndolas, como se hacía antes, sino en la parte interna del aparato, con las comodidades correspondientes.
Para el año de 1936 ya se había probado la efectividad del helio en tal medio de transporte, pero el gobierno no de los Estados Unidos no permitía que los alemanes lo usaran pues estaban bajo embargo, luego ser vencidos en la Primera Guerra Mundial.
El Hindenburg partió con 130 personas de Franckfurt, con destino a Lakehurst, Estados Unidosd, en cercanías de Nueva York.
El fatídico 6 de mayo a las 19:25, el Hindenburg, que había sobrevolado Nueva York y muy cerca de Lakehurst, estalló y se incendió.
“¡Ha estallado!. ¡Está en llamas, en llamas….en llamas°, dijo el locutor Herbert Morrison para su emisora, que transmitía los detalles del vuelo.
De manera extraña, sólo murieron 35 personas, la armazón metálica quedó en el suelo y mucho después fue vendida como chatarra.
También, como en el caso del A330 de la Air France, se dieron explicaciones técnicas: el duraluminio se recalentó y el hidrógeno, pero la hipótesis del sabotaje siempre ha estado latente.
Se dice que un pasajero, Eric Spehl mecánico antinazi –quien murió en el accidente- habría provocado el incendio desde dentro, para ridiculizar a los fanáticos alemanes. De la misma forma se indica que la novia de Spehl, comunista convencida y enemiga acérrima del régimen, le habría pedido a su novio el sacrificio.
Y desde luego, hay la hipótesis romántica: un pasajero, desairado en amores, se habría suicidado de un disparo dentro del aparto, causando el incendio del Hidrógeno, gas de naturaleza inflamable y explosiva.
Lo cierto de todo, es que circunstancias claras no hay en torno a ambos accidentes. Y la realidad se mezclará para siempre con la fantasía.

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