HALLOWEEN: ¿BRUJAS O ANGELES?

miércoles, 28 de octubre de 2009

La celebración del Año Nuevo celta y sus ritos iniciáticos que dieron origen a la festividad

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“Entre el Cielo y la Tierra, hay más criaturas que las que la filosofía alcance siquiera a imaginar”: William Shakespeare

Los masones, los mormones, los rosacruces y demás órdenes esotéricas en el universo, conocen los secretos de la iniciación. Esta no es otra cosa que despertar un estado de la conciencia del individuo, quien comienza a darse cuenta de manera inmediata, de los poderes que posee su  mente.

Son poderes reales, eso está bien claro. Mediante una activación de los centros vitales, la conciencia del hombre parte del plano físico, de la materia absoluta, hacia regiones insospechadas, en las que puede establecer diversos contactos, que le permitirán ver  cambiar o crear hechos definitivos.

El hombre es un verdadero microcosmos (Así como es arriba es abajo) y sus actitudes, emociones y demás, están relacionados con los ciclos de la tierra.

Los celtas, que sabían esto con detalles, dividieron el mundo en dos épocas: 29 días después del equinoccio de primavera –el 22 de enero- se iniciaba el tiempo bueno –verano- y 40 días después del de otoño –22 de septiembre, aparecía el “tiempo malo”, el invierno.

Este “tiempo malo”, era la muerte del planeta. La luz ya no era tanta; ahora la oscuridad reinaba en el mundo.

El invierno, comenzaba para ellos a las doce de la noche del 1 de noviembre, es decir, al finalizar el 31 de octubre, fecha en la que celebraban el Año Nuevo.

Los iniciados eran los druidas o sacerdotes. Constituían una élite dentro de los celtas y conocían el fondo de la comunicación con las “fuerzas oscuras”, los espíritus de la muerte, que dominaban el mundo en ese momento. Las brujas y brujos perseguidos por el cristianismo y  el Santo Oficio o Inquisición.

Fue lo que San Agustín describió como los “aquelarres”: la reunión de los iniciados, brujos o brujas, con el demonio.

Eran casi omnipotentes. El despertar de la conciencia a través del rito de la iniciación, les permitía obtener casi cualquier cosa se propusieran: el bien o el mal. Y no eran pocas las veces que lo hacían.

Los druidas no desaparecieron llevándose consigo sus secretos. Los legaron a otros iniciados, con la estricta prohibición de revelarlos a todo el mundo; ese arcano tenía que ser guardado en forma celosa e inviolable, pues podía significar la supervivencia de la raza en caso de exterminio por parte de sus enemigos. El secreto, ha ido transmitiéndose de generación en generación, de una manera oculta pero inexorable, con la precisión asombrosa de complicadas máquinas de relojería.

Muchos  de estos receptores de los misterios druidas, hoy son propietarios de grandes cadenas de almacenes, prósperos financieros o prominentes figuras de la política. Como ocurrió con la Orden de los Templarios en el Siglo XIV, que fue exterminada, pero que logró expandir su secreto, y hoy tiene en el mundo una vigencia inusitada

La festividad se extendió por toda Europa y, aunque el grueso de la gente la disfrutaba, sólo conocía la verdad a medias, y se creyó que los muertos, reencarnaban esa noche, para regresar  por un día a visitar a sus familiares.

Sin embargo, sólo los iniciados sabían la verdad: el mal podía ser desatado por ellos, con sólo su voluntad.

Orgías alcohólicas y disfraces alusivos a los muertes, vendrían después. La importancia alcanzada por este Año Nuevo celta fue tal, que la Iglesia Católica decidió sacralizarla. Para contrarrestar las verdades iniciáticas, los papas Gregorio III y más tarde Gregorio IV, determinaría que ese día estaba consagrado los “espíritus buenos”, es decir Todos los Santos, o los Angelitos, como fue denominada en gran parte de España.

Hoy día, la fiesta sigue extendiéndose. Los colores naranja y negro, las calabazas y demás parecen haberse enseñoreado de la humanidad y casi nadie recuerda sus verdaderos orígenes. Pero los iniciados, jamás desaparecieron. No se extinguieron. Están ahí aunque casi nadie los conoce. Y no se sabe qué puedan querer hacer a partir de las doce de la noche del Halllowe¨en –Noche de oscuridad- para los celtas, o del All Hallow Even –Día de Todo lo Sagrado- como lo ha denominado la Iglesia Católica.

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