En esta segunda entrega de personajes eternos, presentamos hoy el perfil de Juan Eugenio Cañavera, gran figura de la radio, la prensa escrita, la poesía, el teatro y la incipiente televisión de los años 50. Fue una figura de talla internación al y le mostró a toda América, que Barranquilla tenía para exhibir excelsas figuras del periodismo. El domingo 19 de agosto, se cumplieron 8 años de su fallecimiento.
A los 14 años, estructuró su primer poema , en el que el desborde imaginativo, superó todos los límites existentes; esta producción literaria inicial, hablaba de las noches en los arrabales, algo a lo que un niño de la época, no podía tener acceso.
Se identificó siempre con el Romanticismo alemán, que en el Siglo XIX se enfrentó a la Ilustración y luego se extendió por toda Europa con Johan Wolfgang von Goethe, Espronceda y Gustavo Adolfo Bécquer en España, y que más tarde cultivaría en América Latina, Andrés Bello.
Y así fue. Lejos quedaban las alegres noches de bohemia de su Barranquilla, el prestigio ganado, los amigos de siempre y las mujeres, que nunca faltaron en su vida. Ahora, su espíritu romántico y aventurero, lo llevaba a una cruzada considerada imposible: un costeño conquistando a la gélida Bogotá.
Pero, como le ocurriría a lo largo de su vida., la emoción triunfaría sobre la razón. Lo que todos creyeron una quimera, un sueño inalcanzable, se materializó en el centro del país: Juan Eugenio Cañavera, creó –valiéndose de un radio que sintonizaba las ondas corta y larga- el primer noticiero nacional de Colombia, en compañía de Fernando Riaño, en la emisora Nueva Granada, la más afamada del territorio colombiano.
Ese era el entretenimiento máximo del ingenuo país de aquellos años. Donde quiera que hubiera un radio –y no eran muchos por cierto- se congregaban decenas de personas para escuchar las peripecias de Albertico Limonta en la famosa creación de Félix B. Caignet, El Derecho de Nacer, qué conmocionó a América hasta sus cimientos; la peligrosa vida de “ Alejandro Aldana , El Gallardo Aventurero”; los espantosos episodios vividos por Margarita Ferrando en la inmortal “Sepultada en Vida”, de Alejandro Dumas hijo, y muchas otras obras que se teatralizaron en la incipiente radio de aquellos años.
Allá fue a dar Cañavera, con su romanticismo juvenil y su alma de trashumante, tras otros nuevos Molinos de Viento: transmisiones taurinas, hípicas y programas culturales, sirvieron para exaltar aún más la privilegiada voz del locutor barranquillero, que volvía a hacer triunfar sus emociones sobre la razón. El mismo romántico de siempre.
Pero Barranquilla no olvidaba a si ícono. A través de Emisora Atlántico en el Programa Satélite, que dirige Abel González Chávez, se le empezó a mencionar de manera constante, emplazándolo para que impartiera las enseñanzas que había obtenido en su resplandeciente paso por el mundo del espectáculo. Dos veces resistió el llamado, pero la tercera vez…”Ya fue demasiado. No me pude aguantar y por eso vine a visitarlos”, dijo con su bien timbrada voz, de acanto afable y muy barranquillero.
De nuevo a la cima. La televisión, la radio, las agremiaciones periodísticas y los propios empresarios, le rindieron el tributo que merecía por su grandeza. Sus poemas, revelaban una enorme espiritualidad, sin asomo siquiera de la nostalgia de la fama que embarga casi siempre a los personajes importantes en el momento del retiro. No. En su producción literaria, no se vio el deseo de retornar a las épocas de gloria. Sólo paz, tranquilidad y sobre todo, una casi mística adoración hacia la naturaleza y sus paisajes.
En su poesía sí, es cierto, hay nostalgia. Pero no la de la fama y la gloria. Sólo la de la paz de la naturaleza , como en en este fragmento de Acuarela de un Atardecer en Acapulco:
Cuan do se sueltan las amarras
Y al barco que zarpa
Desdibuja poco a poco la distancia.